LA LECTURA COMO METAMORFOSIS

Leer en la escuela, como lo decíamos anteriormente, es una actividad que por muchos años se ha venido haciendo de manera mecánica para realizar a unas tareas específicas, tales como responder preguntas, hacer un resumen o hablar de la misma lectura propuesta. Esto nos lleva a considerar los usos de la lectura en la escuela. ¿Cuál es la relación entre esos usos y los que verdaderamente circulan en la sociedad?

Los usos a los que nos referimos podrían considerarse instrumentales, puesto que se lee para sacar una información específica del texto y ésta generalmente es literal. ¿Esto nos permite transformar nuestro conocimiento? O ¿modificar nuestros puntos de vista en relación con algún fenómeno, situación o noción? Un nivel de lectura que se centre solo en lo literal y en responder a preguntas que ni siquiera el estudiante se ha hecho implica una práctica de obedecer lo que el otro me dice y cómo me lo dice, asunto que conlleva a  varios problemas; tanto en la formación del sujeto discursivo como en la formación del sujeto político.

Ahora bien, cuando los niños o jóvenes responden a preguntas que no se han hecho, esto quiere decir que no hay necesidad de pensar para qué se lee o si la lectura me ayudará a resolver esta o aquella situación. Por lo tanto, se pierden la voces de los estudiantes desde la práctica impuesta con preguntas que no son de ellos, ni textos que les interesan, ni usos que les interesan. Aunque no se trata de complacer a los estudiantes, si se trata de enseñarles a pensar, a tener la libertad con criterio para elegir uno u otro texto, a validar o descartar ciertos discursos escritos, a construirse como sujeto discursivo desde lo que consume como lector.

Que la lectura nos permita pensar es una tarea que debe realizar la escuela. Hecho que conlleva a modificar los modos de leer y a generar una actitud cuestionadora por parte de quienes habitan el aula de clase. De manera que la lectura que transforma está anclada a una metamorfosis más grande, de corte epistemológico. En primer lugar, el/la maestr@ cambiaría su perspectiva de estudiante, como alguien que puede pensar  y compartir lo que ha aprendido, que puede hacerse preguntas, que puede indagar el mundo. En segundo lugar, dicho movimiento epistémico transformaría las interacciones en el aula y por ende las relaciones de poder dentro de la misma, situación que permitiría un aula de lengua inquieta, inquisidora, dialógica y propositiva. En tercer lugar, no menos importante, establecer unos objetivos claros en relación con las prácticas  de lectura propuestas, sea desde el trabajo por proyectos, la resolución de problemas, una secuencia didáctica u otra práctica pedagógica cuyo accionar tenga consonancia con la mirada epistemológica de un sujeto pensante, permitiría regular los procesos de quienes leen y las maneras en las que lo hacen. Esto, para que cada uno asuma la responsabilidad de leer, no porque la maestra dijo, sino porque hay unas necesidades particulares y/o colectivas que requieren la consulta de discursos escritos.

Es así como la lectura cobra un carácter epistémico; cuando tiene sentido, cuando nos permite anclar información, modificar nuestros discursos, nuestras representaciones sobre el mundo, incluso sobre nosotros mismos. Una lectura como metamorfosis es la que nos lleva a desaprender y a aprender sobre una situación o concepto particular, a modificar pensamientos, concepciones y por ende acciones. Hecho que nos ubica en una relación distinta con el mundo.

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